martes, 3 de noviembre de 2015

La enfermedad del querer.



En la vida, todo en exceso es perjudicial, eso lo sabe hasta el más tonto…
Si bebes mucho, mal, si fumas, peor, si haces demasiado deporte, tampoco es bueno, si comes demasiado… ay, ay, ay. Vamos, que en exceso todo es malo malísimo, cualquier cosa, pero… ¿es malo querer demasiado?
Os lo pregunto porque yo creo que tengo ese mal, un mal al que he llamado: “la enfermedad del querer”, y tú dirás… “Pues qué bonito, joder. Si querer no puede ser malo”. Lo es amigo mío que lees estas palabras. Lo es porque la enfermedad del querer es querer sin control, querer a gente que ya no está a tu lado y que ya no te quieren a ti, querer a la gente que pasó un día y se fue sin mirar atrás, querer en exceso también es malo.
Y es que yo quiero a aquellos chavales que me acompañaron en el instituto y de los que sé gracias a redes sociales, quiero a primas que se avergüenza de sus familia y que hace años que no tengo  trato y me bloquean por el face para que no vea lo que pone o deja de poner, quiero al chaval del que me enamoré con quince años sentada de en un portal, quiero a todo aquel con el que viví algún precioso recuerdo, quiero incluso al pueblo en el que nací y en el que viví hasta los 26 años y en el que nadie se acuerda de mi…
¿Qué queréis que os diga? Esto de encariñarse tanto con las personas, cosas o lugares no puede ser tampoco tan bueno, no, porque tú quieres y lo malo es que esperas que te quieran por igual, pero el tiempo pasa y los “quereres” se apagan, yo tengo un defecto, y es que quiero y archivo ese querer…

¿Pero sabéis una cosa? Prefiero querer mil veces a ser una de esas personas de mundo que hacen daño, que odian, que olvidan… 

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