En la vida, todo en exceso es
perjudicial, eso lo sabe hasta el más tonto…
Si bebes mucho, mal, si fumas,
peor, si haces demasiado deporte, tampoco es bueno, si comes demasiado… ay, ay,
ay. Vamos, que en exceso todo es malo malísimo, cualquier cosa, pero… ¿es malo
querer demasiado?
Os lo pregunto porque yo creo que
tengo ese mal, un mal al que he llamado: “la enfermedad del querer”, y tú
dirás… “Pues qué bonito, joder. Si querer no puede ser malo”. Lo es amigo mío
que lees estas palabras. Lo es porque la enfermedad del querer es querer sin
control, querer a gente que ya no está a tu lado y que ya no te quieren a ti,
querer a la gente que pasó un día y se fue sin mirar atrás, querer en exceso
también es malo.
Y es que yo quiero a aquellos
chavales que me acompañaron en el instituto y de los que sé gracias a redes
sociales, quiero a primas que se avergüenza de sus familia y que hace años que
no tengo trato y me bloquean por el face
para que no vea lo que pone o deja de poner, quiero al chaval del que me enamoré
con quince años sentada de en un portal, quiero a todo aquel con el que viví
algún precioso recuerdo, quiero incluso al pueblo en el que nací y en el que
viví hasta los 26 años y en el que nadie se acuerda de mi…
¿Qué queréis que os diga? Esto de
encariñarse tanto con las personas, cosas o lugares no puede ser tampoco tan
bueno, no, porque tú quieres y lo malo es que esperas que te quieran por igual,
pero el tiempo pasa y los “quereres” se apagan, yo tengo un defecto, y es que
quiero y archivo ese querer…
¿Pero sabéis una cosa? Prefiero
querer mil veces a ser una de esas personas de mundo que hacen daño, que odian,
que olvidan…
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